Texto para el catálogo de la muestra "Tiempo al tiempo", 2007, MARCO de Vigo, España

El tiempo es oro… ¿o no?

por Johan Frederik Hartle

 

 

El significado del dinero en la teoría del arte es ambivalente. No cabe duda de que, incluso más que el propio arte, el dinero es un sistema simbólico que combina el deseo y los hechos materiales. En este sentido, el dinero tiene su propia estética. Al mismo tiempo, el dinero es un tabú básico, el centro oculto del mundo del arte. Las ferias comerciales de arte se concentran en los beneficios y en el negocio, pero el arte en esencia debería ser algo completamente distinto. Debería diferenciarse continuamente de la cultura comercial.

Además de la economía comercial del dinero y las mercancías, existe otra economía, la llamada “economía simbólica”, que se aleja bastante de la primera. En esta economía, el capital simbólico (la riqueza de una vida acomodada, una educación superior, etc.), como lo definió Pierre Bourdieu, es el objetivo primordial.

Con sus “billetes de tiempo”,Gustavo Romano ha creado un nuevo sistema monetario que expresa otra economía simbólica. No se mide en dólares, euros, pesos o yenes, sino en minutos, horas y años. Su tipo de cambio no está muy claro. A excepción de algunos marchantes de arte, ningún socio empresarial aceptaría esta moneda. En la economía de Romano, el tiempo es la única medida.

Por un lado, esta traducción directa del dinero en tiempo parece tener sus raíces en la teoría económica clásica. Tanto en la economía como en la cultura cotidiana (el tiempo es oro, como todos sabemos), el tiempo ha sido siempre la medida de los beneficios. Los economistas clásicos (como Adam Smith, David Ricardo y su crítico Karl Marx) creían en la teoría del valor-trabajo. En su opinión, los valores económicos estaban determinados por la cantidad de tiempo de trabajo necesario para la producción. (La genialidad de Marx consistió en demostrar que existe una mercancía que vale más que el tiempo necesario para su producción —o, para ser más correctos, para su reproducción—, esto es, la mercancía de la mano de obra). Hasta ahora todo bien, podríamos decir, el tiempo es oro y siempre lo ha sido.

Por otro lado, la divisa de Romano propone una relación diferente entre el dinero y el tiempo. Puede que el tiempo se pueda traducir en dinero. Pero sólo con mucha dificultad puede retraducirse el dinero en tiempo. Desgraciadamente, su lecho de muerte no son unos grandes almacenes. Su intervención pública Lost time refund office [Oficina de reintegro del tiempo perdido] promete todo lo contrario. El tiempo perdido, el tiempo malgastado, casi puede reclamarse. Pero como suele suceder, la estética promesse du bonheur es sólo una ilusión.

Pero si el tiempo no es cuantitativamente puro, debe ser ocupado cualitativamente. En otras palabras, dada su austeridad, el tiempo vivido tiene una dimensión explícitamente existencial de improvisado savoir-vivre. Según el director de cine y escritor alemán Alexander Kluge, los seres humanos tienen dos formas diferentes de propiedad a su disposición: su voluntad propia y subjetiva, y su vida. Ninguna de las dos se puede comprar como mercancía. En cierto sentido, la moneda de Romano es un sistema simbólico de la estética de la existencia, donde la divisa del tiempo es un regalo existencial. Cuando se contempla desde la perspectiva de la producción estética, plantea la cuestión de la “dulce vida” de la que se puede disfrutar y de la que se debe ser consciente.

Es innegable la influencia de sus orígenes argentinos en esta obra. En 2001, el sistema monetario argentino se derrumbó como resultado de la arriesgada política monetarista del gobierno neoliberal. Resulta obvio que la obra de Romano expresa una crítica al sistema imperante con su creencia casi religiosa en signos arbitrarios: el valor meramente convencional del dinero y de la moneda. Al mismo tiempo, los argentinos que habían invertido durante todos los años de su vida en estos signos convencionales, en acumular dinero, se tuvieron que enfrentar al hecho de que estos años, una vez que se pierden, están perdidos para siempre. En el vídeo que realizó en Singapur, Losing Time [Perdiendo el tiempo], Romano se convierte en una alegoría de este proceso cuando pierde explícitamente su dinero, dinero que simboliza una vida. La alusión a la comedia slapstick agudiza la tragedia.

Todo esto parece tratar específicamente sobre el dinero, la política y la estética de la existencia. Sin embargo, la obra de Romano también trata sobre varios aspectos básicos de la teoría del arte. Mediante su gesto simplificador y existencialista, su traducción aparentemente ingenua del dinero en tiempo, Romano entra en el campo clásico del arte de vanguardia. Su obra nos presenta cuestiones elementales de la vida cotidiana. El arte se transforma en un discurso y trasciende el mundo artístico, aislado en su esfera institucional. El hecho de que sus obras sean performances (y, por tanto, documentación) subraya este aspecto.

Pero esta reivindicación vanguardista y política de su obra plantea un conflicto. ¿Cómo puede el arte conservar su autonomía, su “esencia de arte”, si se convierte en un discurso y en política? Gustavo Romano ofrece una respuesta simple pero convincente. Los billetes de su sistema monetario están adornados con citas sobre la teoría económica que describen el mundo de las finanzas como un sistema semiótico e iluminan con una crítica luz su naturaleza de signo, así como su capacidad de acumulación. Esto también va acompañado de la convicción de que el mundo artístico o simbólico no se puede distinguir con claridad del mundo político y económico. Romano insiste en que, incluso cuando se aborda el tema de la crisis monetaria, el arte conserva sus propios parámetros y se mantiene en un nivel simbólico que se ocupa de la actividad autónoma de los signos y el bucle infinito de la interpretación.

En todas sus performances (Lost time refund office, Time Notes, Time Bills) Romano aborda a los transeúntes con el vacío existencial de este sistema semiótico. Podría decirse que tratan sobre el clásico tema de la vanitas, la ociosidad y la fugacidad. Lleva el sistema semiótico del dinero a su límite más extremo, a la dimensión del paso del tiempo. Por eso, si te estás quedando sin tiempo y no puedes comprar más, ¿qué puedes hacer?

Johan Frederik Hartle