Doble evidencia

Imágenes digitales y proyecciones de Gustavo Romano y Jorge Macchi

Todo empezó en una cancha de fútbol, Jorge Macchi (1963) y Gustavo Romano (1958) jugaban en equipos contrarios. En el en­tretiempo intercambiaron algunas palabras y comenzó a gestarse la amistad. Antes del match, en 1991, otro encuentro fortuito los había unido en una muestra en la desaparecida Fundación Banco Patricios. A los dos años coincidieron, con sendas exposiciones individuales, en el Casal de Catalunya, y en 1996 volvieron a exponer en forma conjunta en Patricios. Con esa muestra siguieron viaje a México en 1997.
Cada uno hizo camino propio, pero a medida en que pasa el tiempo sus respectivas propuestas estéticas multiplican afinidades y revelan preocupaciones comunes. A principios de este año, surgió la idea de que sus lenguajes dialogaran abiertamente en un mismo espacio, sin que ello significara emprender una obra común.
Así nació Evidencias circunstanciales, la muestra que los reúne en el Museo de Arte Moderno hasta el 10 de este mes. El tema: la vida anónima en la ciudad contemporánea. La semipenumbra de la sala, sumada a las imágenes digitales proyectadas sobre las paredes, en varios monitores o en una caja, produce una sensación inicial de caos o, en todo caso, de incertidumbre. En seis monitores distintos, Macchi presenta sus 6 historias de amor, serie de videos en la que la monótona imagen de un portero eléctrico cuenta mucho menos que los refinados melodramas transmitidos por medio de sus micrófonos. Crímenes pasionales, discusiones y otras formas de la violencia y la incomunicación cotidianas se recrean en cuidadísimos guiones de Macchi y Uriel Mílzstein.
Como dice el artista, "ya no se trata del oficio de voyeur, sino de écouteur", el de ese vecino anónimo que, pared de por medio, es testigo mudo de dramas anónimos. La instalación de la obra no es casual: hay una silla y un auricular para cada video, lo cual traslada el aislamiento al espectador

Por su parte, con el título La tarde de un escritor, una proyección de Romano muestra una mano empuñando un bolígrafo. La técnica es la de los estudios de hemodinamia, de manera que el texto que escribe el artista no se ve y de la mano sólo se registran sus huesos. El gesto oculta el sentido y la incomunicación acecha una vez más. La cuarta obra es una caja con espejos en las caras interiores. Sobre la base se ve una agenda en la que pasan las imágenes digitales de todo un año en un minuto.

Ni Macchi ni Romano ceden a la tentación de la crítica; entienden que poner énfasis en la denuncia sólo apuntala el sistema. Como aclara Romano, "el papel del artista es señalar los puntos de conflicto en el campo simbólico de una sociedad".

Santiago García Navarro
Museo de Arte Moderno. Av. San Juan 350, Tel, 361-1121,